martes, 9 de junio de 2009

Entre la paz se encuentra la amargura


El viento que mece mis cabellos me acompaña. Si en mi soledad hay un momento de paz, es el que aguarda cuando estoy con él. No es solo un sentimiento, es la certeza de que nunca más volveré a soñar desgracias. Porque son las noches oscuras en las que se me aparecen personajes de pesadilla y encuentro una desdicha con sabor amargo. Cuando la luna se esconde, el viento me susurra desafiante palabras sin sentido. Y me quema. Me quema como el bochorno que siento al despertar y ver que las visiones solo eran mentiras. La realidad se me deshace al tiempo que voy despertando de mi somnolencia. Así, cuando abro los ojos solo veo el mismo viento que me azotaba en pesadillas, que ahora se pasea entre mis manos.

Y no estoy sola, pues el viento me acompaña.

M*

lunes, 8 de junio de 2009

Mirando a la luz, para variar



Si rendirme es aceptar la realidad, entonces me rendiré cuantas veces haga falta.

Puede que nunca volvamos a estar aquí; puede que nunca volvamos a vernos; puede que nunca vuelva a pensar en ti. Pero hasta entonces, hasta que la luz de tus ojos deje de iluminarme; hasta que tu sonrisa no me ciegue; te seguiré queriendo.

Aunque el amor verdadero no exista, y el irreal sea el rey, aunque me encuentre sola entre inhumanos, seguiré creyendo en ti.

Y hasta ese mismo momento, no miraré atrás, ni recordaré los viejos tiempos que se esfumaron para siempre. Estaré allí donde pueda respirar, y pueda ser yo, aunque solo sea entre susurros.

Estés donde estés, recuérdame en lo más hondo de tu corazón, porque tienes que saber lo mucho que te hecho de menos.

Y te seguiré queriendo hasta entonces.

M*

jueves, 4 de junio de 2009

El grito, de M*



Quiero gritar. Mejor dicho, necesito gritar. Deshacerme de tus palabras, romperlas en mil pedazos para no escuchar nunca más tu voz. Desahogarme, o tal vez no, simplemente dejar atrás lo que una vez fuimos y me atormenta. No quiero ver tus ojos, auqellos que una vez me envenenaron con sabor agridulce, y en el fondo eran más turbios que el azufre.

Y sigo gritando, esta vez por lo bueno que me decís, por aquello que en el fondo sabía que no eran más que mentiras que se desacían como burbujas. ¿No me oyes todavía?, pues escucha esto: nunca me arrepentiré de tus abrazos, ni tus caricias, ni tus besos. Solo me atormentará la seguridad de que volveré a verte. Puede que no hoy, ni mañana, pero en mis sueños desdichados seguirás atormentándome.

Y seguiré gritando.

M*

Mírame para decirme lo que quiero oir.


Mi luz se apaga. Sin importarme que nadie creyera en mí, ni siquiera en mis fuerzas, la llama que antes quemaba mi espíritu se disipa y se adormece para siempre.
Si me llaman ya no oiré, si me preguntan no responderé, y si me buscan… Ya no me encontrarán. No quiero miradas absurdas, y menos que me compadezcan. Quiero respuestas a preguntas que siempre he tenido que callar, quizá por pesar, quizá por tristeza.
El porqué es ahora mi preocupación. Quiero que me digas por qué tengo que verme así. No ha sido mi elección, y menos mi opción. Tú, con tus mentiras, artimañas, engaños, burlas y quejas, me has consumido hasta reducirme a cenizas. No es solo mi vida, es mi libertad y decisión, que han desaparecido sin dejar más que el polvo de mis lágrimas.

Nunca más. Se acabó.

M*
 
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