jueves, 4 de junio de 2009

Mírame para decirme lo que quiero oir.


Mi luz se apaga. Sin importarme que nadie creyera en mí, ni siquiera en mis fuerzas, la llama que antes quemaba mi espíritu se disipa y se adormece para siempre.
Si me llaman ya no oiré, si me preguntan no responderé, y si me buscan… Ya no me encontrarán. No quiero miradas absurdas, y menos que me compadezcan. Quiero respuestas a preguntas que siempre he tenido que callar, quizá por pesar, quizá por tristeza.
El porqué es ahora mi preocupación. Quiero que me digas por qué tengo que verme así. No ha sido mi elección, y menos mi opción. Tú, con tus mentiras, artimañas, engaños, burlas y quejas, me has consumido hasta reducirme a cenizas. No es solo mi vida, es mi libertad y decisión, que han desaparecido sin dejar más que el polvo de mis lágrimas.

Nunca más. Se acabó.

M*

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