jueves, 16 de abril de 2009

Y mi alma no se alzará nunca más



El Conde vivía en un castillo. Un auténtico laberinto que llegaba hasta el cielo, con paredes anchas e interminables escaleras que no conducían a ninguna parte. Era oscuro, no por sus paredes, sino por el cielo, que, lejos de ser traslúcido, no dejaba penetrar la luz del sol. Era un eterno atardecer, más allá del crepúsculo y el anaranjado cielo que precede a la oscuridad. En lo alto del castillo, se erguía una estatua, un ángel caído sin alas, pues habían sido quemadas por las abrasadoras llamas del infierno. Y desde su refugio, el Conde esperaba ansioso a que llegara lo inexplicable y fantasmal, pues ninguna persona de ideas claras se acercaba allí jamás. El viento que llevaba el frío gélido no cesaba, recorría cada una de las habitaciones y aposentos de la mansión, que permanecía a la espera de lo que nunca aparecía. Bienvenidos a mi pesadilla.

M*

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Layout by Natsiworld